Friday, January 04, 2013

EL MENSAJE

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LÉALO, LE INTERESARÁ



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Dedicado a: mi DIOS y mis Hijos.
  
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JAMÁS LA VENDAS NI LA COMPRES



Deseo que comencemos a pensar y a trabajar en la construcción pacífica de un planeta Tierra (nuestra única casa) para todos, donde prospere el interés por la Verdad y por la Justicia. Esa es mi utopía. Para ello nació este escrito. Es lo que deseo, realmente, desde lo más hondo de mi corazón y de mi razón. Por eso, todos tienen derecho a leer esta obra titulada “El Mensaje”, sin pagar nada por ella. Es gratis. Todos tienen derecho a publicarla y a entregársela a otros pero sin cobrar nada por ello, en forma totalmente gratuita. El Amor a la Verdad y a la Justicia es el único precio de esta obra, para siempre, en cualquier lugar de la Tierra donde la encuentres. Nunca la vendas. Y si alguien, alguna vez desea vendértela, entonces: Nunca la compres

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“EL MENSAJE”.   Autor: Daniel  Adrián  Madeiro   *** Este material puede ser copiado, impreso, difundido  etc. sin cargo, libremente.  El autor no autoriza su uso comercial. --- Copyright © Daniel  Adrián  Madeiro.  Todos los derechos reservados.  

ALGUIEN COMO TÚ: EL AUTOR



Yo, el autor de este relato, me llamo Daniel Adrián Madeiro.
No soy ni me siento un ser especial. Nunca te permitas considerarme un ser especial.
No soy un mesías, no soy un elegido, no soy un salvador.
No busco ser tu líder.
Deseo profundamente que Tú seas tu propio líder.
Quiero que escuches todas las opiniones pero que seas la persona que realmente decide. Que no actúes por impulso. Que medites tu acción.
Sólo soy un hombre común que desea exponer lo que piensa.
Mi nacimiento fue el simple resultado de una ley de la vida: Que hombres y mujeres se enamoran, se casan y tienen hijos, en procura de hacer más feliz su existencia.
Por ese medio DIOS hizo que naciera el seis de junio del año mil novecientos cincuenta y siete.
Crecí y estudié, viviendo una infancia y juventud por las que estoy agradecido.
Leí cuanto pude y observé la vida, deseando aprender lo suficiente como para ser un poco mejor cada día.
Pasado ya mucho tiempo, y habiendo visto el estado general del mundo; con cuarenta y algo de años; convencido que es hora de hacer lo que desde siempre supe que debía; comprendiendo que DIOS es ineludible; desde entonces yo, Madeiro, decidí exponer este mensaje.

El autor en la playa
“EL MENSAJE”.   Autor: Daniel  Adrián  Madeiro   *** Este material puede ser copiado, impreso, difundido  etc. sin cargo, libremente.  El autor no autoriza su uso comercial. --- Copyright © Daniel  Adrián  Madeiro.  Todos los derechos reservados

EL CAMINO ANDADO



Seguramente, los cuestionamientos sobre la verdad y la vida forman parte de tu existencia, tanto como de la mía. En nuestra tarea de meditar las cosas nos enfrentamos a dudas y obtenemos respuesta para unas y olvido para otras.
Tomé por costumbre destejer el devenir, escrutar lo afirmado hasta hoy.
Perdí el miedo a descubrir una falsedad en lo sostenido por siglos y encontré que siendo sincero con uno mismo se comprende mejor el mundo.
Desde nuestros orígenes, los hombres dimos rienda suelta al temor de enfrentar conocimientos nuevos, al aplazamiento de los pensadores, a la dilación de la superación personal.
Aferrados a una actitud indulgente, llegamos hasta el momento actual con una carga de problemas sin resolver, agravados por la escasez del tiempo disponible.
Una lectura parcial de la historia imputa como únicos culpables a los poderes e ideas religiosas que predominaron en las distintas épocas; a las políticas gubernamentales; a las culturas militaristas; al creciente interés mercantilista desarrollado desde tiempos antiguos.
Esto es sólo una parte de la verdad y, más aún, un velo que disfraza a los verdaderos responsables de nuestra demora: NOSOTROS, y a sus fuerzas motoras: el MIEDO y la NEGLIGENCIA.
Tomamos por costumbre simplificar el análisis de nuestro pasado culpando a los que nos precedieron.
Resolvemos nuestra situación frente al porvenir poniendo en manos de las nuevas generaciones el compromiso con el futuro.
Hallados los culpables de ayer y los responsables del mañana, inspeccionamos desde el televisor o el diario, reclinados en nuestro sillón, cómo se suceden los hechos.
Siempre se tuvo la oportunidad de hacer algo que nos permita crecer, afirmarnos en nuestra calidad de racionales, convertirnos en una pieza importante de este mundo y tener acceso a una mediana igualdad.
Una marcada falta de interés por ascender a lo más alto de nuestro espíritu postergó el nacimiento de una humanidad más sabia y comprometida con el bien común.
Todos nosotros tenemos que ver con lo que hoy pasa en la Tierra.  Si, es verdad: unos más y otros menos.  Pienso que queda muy escaso tiempo como para permitirnos un debate.  En él se nos pueden ir los últimos minutos, la oportunidad final.  Hoy, todos tendremos que hacer mucho más que mirar y hablar de lo que pasa. 

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“EL MENSAJE”.   Autor: Daniel  Adrián  Madeiro   *** Este material puede ser copiado, impreso, difundido  etc. sin cargo, libremente.  El autor no autoriza su uso comercial. --- Copyright © Daniel  Adrián  Madeiro.  Todos los derechos reservados. 

PARÁBOLA DE LA ISLA DIMINUTA



En una isla diminuta hasta el extremo, rodeada por un océano interminable que la separaba de otras quizá habitadas, existieron varias razas de hormigas -rojas, negras y demás-, de tamaño realmente insignificante.
En sus comienzos, la escasa cantidad de estos insectos permitió una vida placentera para todas. Las unas poblaron los márgenes de un río, las otras las cercanías de un lago.
Con el paso del tiempo crecieron y se multiplicaron en tal forma, que grandes grupos, de distintos bandos, se vieron obligados a emigrar en busca de nuevos asentamientos.
Así comenzaron las primeras batallas.
Carentes de la capacidad de razonar adecuadamente y llegar a un acuerdo (al menos eso es lo que desprendo de los hechos) disputaron a muerte la propiedad de la tierra y sus riquezas. Las más fuertes ganaron la posición mientras que las más débiles huyeron a terrenos inhóspitos.
No tardaron mucho en reiterarse los enfrentamientos pues las comunidades volvían a crecer.
A todo esto se sumó la prepotencia de grupos intrínsecamente belicistas que arremetían contra pacíficos pobladores de otras zonas.
Hubo muchas guerras y muchas muertes; pero llegó a aceptarse como una parte de la vida.
Crecieron así, en la isla, millones y millones de hormigas de todo tipo, sin otra preocupación que cuidarse de sus enemigos y recolectar para sí la mayor cantidad posible de alimentos.
Pero las cosas no acabaron allí. También en el tema de la alimentación creció diariamente la cuota de insensatez.
En las comunidades que llevaban una vida signada por los enfrentamientos la preocupación por la comida las llevó a almacenar toneladas de vegetación, previniendo largos sitios.
Todos los lugares cercanos quedaron transformados en desiertos y los almacenes subterráneos no fueron otra cosa que simples pudrideros.
En tanto, las hormigas que vivían en regiones pacíficas también fueron atacadas por el estado de cosas en aquellas regiones y asoladas por hordas hambrientas que sembraban la devastación.
Paulatinamente, el caos creció en toda la isla con guerras totales y arrasamiento voraz.
Pocas sobrevivieron al holocausto; tan sólo para terminar devorándose unas a otras, pues era tarde para cualquier intento de solución.
Hoy aquella isla diminuta, es un páramo rodeado por un océano interminable, aislado de otros lugares en los que espero que no haya acontecido lo mismo.

HORMIGAS: los hombres. ISLA: la Tierra. OCEANO: el Cosmos. VEGETACION: los recursos naturales.

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COMPRENSIÓN FORZADA



Era un pueblo con una particularidad: todos eran “tuertos”.
No se trataba de una cuestión natural. Era una costumbre. Alguna vez, alguien comenzó a cerrar un ojo y le gustó, después se sumó otro y otro más, hasta que todos siguieron haciéndolo así por siempre.
Ya  veían su hábito como algo “natural”.       
Un día uno de sus pobladores, convencido de que no se estaban viendo las cosas tal cual eran, levantó por primera vez el párpado de su ojo “tuerto”. 
Tenía razón. Vio con sus dos ojos y conoció las ventajas de ver algo más del mundo que lo rodeaba. 
Cargado de felicidad, salió a la plaza y le dijo a sus vecinos: “¡Señores, mírenme!. Veo por ambos ojos. Mi visión es más amplia que la que tuve hasta ahora. Puedo defenderme con mayor facilidad de los peligros visibles que me rodean. Con los dos ojos a nuestro servicio, ya no uno solo, nuestra capacidad visual se duplica”.
Cada habitante fijó su ojo sobre él.
Se miraron los unos a los otros.
Su mono visión no les impidió ponerse de acuerdo y gritaron: “¡Este hombre está enfermo!”.
Comprendían la verdad de sus palabras pero el miedo paraliza a las personas y termina por retrasar los cambios necesarios y, lo que es peor, los encuentros con la razón.
Enrojecidos pero con la cabeza erguida, todos se retiraron de la plaza.
Triste, rechazado, el hombre comprendió: Si no te cuidas, los que tienen por costumbre ver con un solo ojo, te harán llorar por los dos.
Pero no se dio por vencido. Agradecido por su nueva visión de las cosas y consciente de su responsabilidad, se dijo: “¡Fuerza!. Tal vez es hora de empezar a llorar”.

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SI NO CREES EN DIOS, DEMUESTRA QUE CREES EN TI



Yo no veo que la Justicia sea moneda corriente en el mundo.
El valor de la Verdad fue puesto en duda desde que se dijo: ¿Qué es la verdad?.
La falta de actos de Amor, en sus muchas formas, causan cada día mayor incomprensión, soledad y destrucción.
Desde niño, observando esta situación, siento una profunda tristeza. Desde ese tiempo, pienso que tenemos que cambiarlo. Y estoy convencido que podemos.
Te puede parecer pura palabrería romántica de soñador.
Respeto tu opinión, pero: Hay gente corrupta, estafadora, etcétera, que arruina el bienestar común, porque si la Justicia falta o se malogra, jamás recibe castigo. Hay gente que logra engañar a otros con propagandas, discursos o promesas, porque no nos preocupamos en profundizar qué es Verdad y qué no lo es. Hay gente que, apoyada en la falta de Amor, finge que te ama para sacarte todo lo que pueda.
Si te amas ¿Por qué te ofreces como víctima de la injusticia, la mentira o el desamor?.
Si amas a alguien ¿Por qué lo dejas indefenso?.
Si estás viva o vivo y sabes que la vida es corta ¿Por qué eliges vivir en constante peligro de extinción o de ruina?
¿Te gusta cómo están las cosas por aquí?. ¿Crees que podrás ir a otro planeta si esto empeora?.
Si tienes cónyuge, hijos, nietos, padres, amigos del alma, o quien fuera que ames: ¿No te importan?. O me dirás que tú: Estás esperando un milagro.
No podrás salvarte solo. Toda ambición egoísta provoca muerte. Millones de personas están sujetas a este error.
La Tierra será buena sin: hambre, miseria, injusticia, mentira, opresión, guerra, discriminación, enfermedad. Este es un trabajo por hacer.
Muchas vidas se perdieron en la ilusión de creer que se podía solos.
Debes comprenderlo definitivamente: Los que destruyen la Tierra trabajan unidos.
Nosotros debemos aprender a trabajar juntos para el bien común.
¿Estás esperando que llegue alguien con carisma para que te dé las instrucciones?. ¿Y si te engaña?.
Hay mucho para pensar, para hacer, para cambiar, para transformar definitivamente.
Todos podemos tener buenas ideas y podemos aportar.
Tenemos que estar unidos. Sin predominio de unos sobre otros.
No hacen falta líderes. Hace falta trabajar en común, aportando cada uno lo suyo.
No hay uno que pueda saberlo todo.
Todos debemos aprender a trabajar juntos como si fuéramos uno.
Yo sé que se puede. Muchos no dudarán en demostrar que pueden.
En donde estés, tengo la esperanza de que estarás trabajando por el bien definitivo de la Tierra.
Lo repito: En donde estés, tengo la esperanza de que estarás trabajando por el bien definitivo de la Tierra.
Si entendiste mis palabras y la importancia de tu compromiso, lo juro: Yo creo en Ti. 

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“EL MENSAJE”.   Autor: Daniel  Adrián  Madeiro   *** Este material puede ser copiado, impreso, difundido  etc. sin cargo, libremente.  El autor no autoriza su uso comercial. --- Copyright © Daniel  Adrián  Madeiro.  Todos los derechos reservados.  

SI CREES EN DIOS, TRABAJA PARA ÉL



DIOS se agotó de tanta falta de Amor a la Verdad y a la Justicia.
¿Tú también estás cansado?, Que DIOS vea tu cansancio.
DIOS está al lado de aquellos que asumen su responsabilidad frente al futuro de la Tierra.
No podrás salvarte solo. Toda ambición egoísta provoca muerte. Millones de personas están sujetas a este error.
La Tierra será buena sin: hambre, miseria, injusticia, mentira, opresión, guerra, discriminación, enfermedad. Este es un trabajo por hacer.
Muchas vidas se perdieron en la ilusión de creer que se podía solos.
Debes comprenderlo definitivamente: Los que destruyen la Tierra trabajan unidos.
Nosotros debemos aprender a trabajar juntos para el bien común.
DIOS quiere que nos unamos. Si lo hacemos, ÉL hará crecer la Verdad y la Justicia en todo el planeta.
Tus ojos verán la caída de los destructores.
DIOS puede contra todo mal si nosotros trabajamos para todo bien.
Lo repito: DIOS puede contra todo mal si nosotros trabajamos para todo bien.
Un mismo suelo se dispuso para sostener a todos los hombres. ¿Por qué no sostendrás tú a un hermano que siente o piensa distinto?. ¿Por qué te enojas y pones tan mala cara porque tu hermano piensa diferente?. Si aprendes a acercarte, serás aceptado. De otra manera sólo el mal dará su fruto.
DIOS quiere que nos unamos. Hay que transformar la Tierra.
Tienes que elegir ahora desde que lado verás la transformación.
A ti, que preguntas: “¿cuándo vienes a ayudarnos?”; DIOS te contesta: “No haré nada hasta que aprendas a tomar en tus manos lo que creías que sólo era trabajo mío”.

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MILLONES ASEDIADOS



Por las mañanas, de lunes a viernes, mi despertador suena a las siete y media.
Mi esposa ya está levantada y terminando de preparar a mis dos hijos menores para ir a la escuela.
Yo me cambio y estoy con ellos unos minutos hasta que se marchan.
Al rato vuelve mi esposa, desayunamos y salgo a tomar el colectivo hacia mi trabajo.
Regreso a casa pasadas las siete de la tarde.
Un amigo mío tiene menos suerte. Él entra a su trabajo a las siete para salir doce horas después. En las mañanas, mientras desayuna, sus hijos todavía duermen.
Hace muchos años, yo vivía con mis padres en Longchamps, un pueblo distante aproximadamente 20 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. En aquel tiempo el tren no era eléctrico y era lento. A las seis de la mañana, en la estación yo abordaba alguno de los vagones que llegaban repletos de obreros y empleados. Muchos de los que allí estaban vivían aun más lejos. Esto representaba hasta una hora más de viaje.
Seguramente, mi relato te resulta familiar. Tú mismo debes salir todos los días a una hora determinada hacia el trabajo para regresar con la puesta de sol.
Si tu labor se desarrolla en alguna ciudad capital y tienes la “suerte” de contar con algunos minutos para salir al mediodía, ves a cientos y cientos de personas atestando las casas de comidas, o sentados en las plazas consumiendo su vianda. Quizá nos hemos visto alguna vez.
Imagínate que todos compartiéramos el mundo”, escribió John Lennon en su canción Imagine. Tú ¿Estás en la lista de los que imaginan y desean eso?. Si es así, entonces estoy seguro que “pueden decir que soy un soñador, pero NO SOY EL ÚNICO”.
Yo, al regresar a casa, tomo algo mientras converso con mi mujer y mis hijos. Un par de horas después estamos cenando. Antes de eso, suelo hacerme un espacio para escribir. No siempre puedo, no siempre tengo ánimo o inspiración; con frecuencia, el agotamiento de un día de trabajo no me permite hacer demasiado.
Pero siempre, desde que me levanto por las mañanas hasta que me acuesto en las noches, pienso en lo necesario que es trabajar por un mundo mejor; para mis hijos, para mi mujer, para mí y también para ti. Porque si TÚ no estás incluído en mi proyecto de bienestar, ahora que comprendemos mejor la interrelación entre todos los organismos de la Tierra, que sabemos que globalización es un sinónimo de “estamos todos en el mismo barco”, si TÚ no estás incluído en mi proyecto de bienestar, sólo estoy respondiendo a un interés egoísta. Y ¿No es eso lo que solemos criticarle a tantos que andan por allí abandonando a su suerte a los pobres, desatendiendo las miserias humanas que podrían ayudar a reparar?; ¿No despierta nuestra repugnancia el desenfrenado interés egoísta de algunos por acumular cada día más y más?.
Confío en que Tú también, cuando piensas en la construcción de un mundo mejor, no dejas de sumar al lado de tus seres amados a aquellos a quienes no conoces.
Pero lo cierto es que nuestros trabajos, nuestros diarios quehaceres, nos obligan a dedicar cada día más horas a ellos y menos a nosotros y nuestros proyectos.
Hombres y mujeres rehuyen las dificultades ajenas a sus trabajos e, inmersos en los requerimientos concretos del quehacer cotidiano, rehúsan reflexionar sobre el sentido de sus vidas y su vocación fundamental” (El silencio de DIOS, José Manuel Saravia, Emecé Editores, Pág.129).
Necesitamos un mundo mejor, debemos ocuparnos en la creación de un mundo mejor. Pero, tras doce horas de trabajo, ¿Qué fuerza tendrá mi amigo para sumarse a ese proyecto?; ¿Cómo hará para hacer lo que quisiera si además siempre hay labores pendientes en la casa?; ¿Quién forma para un mundo mejor a los niños cuyos ambos padres tienen que salir a ganarse el pan?; ¿Qué liberación femenina disfruta la mujer que se ve obligada a ejercer labores fuera de su casa cuando desearía estar con sus pequeños?; ¿Qué ideales anidan los niños que tienen que trabajar?.
Necesitamos hacer un mundo mejor pero nos agobian cada día con más horas de trabajo, con menos tiempo familiar, con una creciente escasez de comunicación.
No estoy exaltando a alguna ideología.
Simplemente, estoy preguntando ¿Hacia dónde vamos casi seis mil millones de habitantes del planeta?. ¿Cuándo comenzamos a hacer el mundo que queremos?.
Es tiempo de rever todas las actitudes egoístas y fomentar la diaria ejecución del altruismo, de la solidaridad, de la justicia y de la vocación por la verdad.
Debiera haber no sólo trabajadores interesados en esto. También deberían sumarse sus empleadores. Los dirigidos y los dirigentes, los estudiantes y los maestros, los que gozan del arte y los artistas, los que reciben el beneficio de la ciencia y los científicos, los gobernados y los gobernantes. Todos deben comprender la necesidad de terminar con un materialismo que sólo logrará la extinción del concepto de familia, de amistad, de prójimo, de humano.
En el escaso tiempo que nos queda, todavía es posible que juntos, con resolución y constancia, podamos alcanzar un mundo para todos. 
Podrán decir que soy un soñador”... Por favor, demuéstrame que no soy el único.

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SOBRE LA FELICIDAD



A través de la pantalla del televisor vi a una madre anunciándole a su hija que había sido seleccionada para formar parte de un grupo de cantantes. Ambas lloraban de felicidad. La madre porque estaba orgullosa de su hija y de ser la encargada de darle la novedad. La hija porque no sabía aun el resultado y no lo esperaba dicho por su propia madre.
Como yo, muchos se enternecieron con esas escenas y con otras similares que reflejaban la experiencia vivida por los elegidos.
Suele sucedernos que nos ponemos felices cuando observamos cualquier situación donde se aprecia el amor familiar, conyugal, de amistad, o un emotivo festejo tras el triunfo en una competencia, etcétera.
Nos emociona ver a los padres despidiendo a sus hijos que van solos por primera vez de vacaciones. O la pareja recién casada que es agasajada por sus seres queridos.
En definitiva, solemos acompañar con nuestra propia felicidad la de aquellos que, a veces por los medios o frente a nuestro camino, nos muestran la suya.
Hay un sólo motivo para que esto pase: DESEAMOS Y AMAMOS, PROFUNDAMENTE, LA FELICIDAD. Y no tan sólo la nuestra.
Todos amamos y deseamos cosas similares.
Nos gusta ver seres humanos felices porque sabemos lo hermoso que es la felicidad.
Por nuestra propia experiencia, somos conscientes del gran esfuerzo que representan muchos logros ajenos. Sabemos valorar cuanto tesón e ilusiones se ponen en la vida para tener: un estudio, un trabajo, un hogar, una pareja, una distinción o una mera valoración positiva hacia nosotros.
¿Qué pasa entonces que no siempre trabajamos para la felicidad?.
Todos tenemos deberes y derechos, pero si cumplimos con nuestros deberes ¿Por qué en ocasiones vulneran nuestros derechos?. ¿Por qué lo permitimos?.
¿Es nuestra única salida quedarnos esperando que alguien decida no frustrarnos más?.
Saldríamos enloquecidos a enfrentar a quien molestara cruelmente a nuestro ser querido. Te pregunto ¿Qué crees que pasa cuando vulneran tu derecho?. ¿Crees que no vendrán más tarde a vulnerar el de tu ser amado?. ¿Piensas que lo que empieza en ti también terminará en ti?.
Es cierto que amamos la felicidad. Pero para tenerla realmente, no debemos permitir que la manipulen a su antojo. No sólo tu felicidad, también la del desconocido aquel. Porque tarde o temprano, el abusador vendrá a derribar tu puerta.
Sin respeto y aprecio por la felicidad de unos y otros es imposible la felicidad.
Sin unión de los unos con los otros es imposible alcanzar y trabajar para la felicidad verdadera. 

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PARÁBOLA DEL AGRICULTOR



Aquel anciano se presentó ante mí y me dijo: “Soy un agricultor y quiero que recuerdes mis palabras. Si aprendes de mi arte, todo cambiará para siempre.
Primero: no debemos depender de la suerte para acceder al buen fruto de la tierra.
Segundo: está en nuestras manos cuidar el suelo y ayudarlo a desarrollar lo bueno que sembramos.
Tercero: no te descuides. Toda maleza matará tu semilla, toda plaga la devorará.
Cuarto: no hay fruto donde hay maleza; no hay crecimiento donde hay plaga. No te equivoques, en un campo sembrado con buena semilla, no tendrás contemplación frente a la maleza y la plaga.
Quinto: Ninguna semilla crece sin cuidado permanente. Dale el sol, el aire y el agua justos. Cuida siempre tu cultivo.
Sexto: Para un fruto excelente, trabaja todos los días hasta el último.
Séptimo: Cuéntale a todos los hombres que sólo serán felices cuando se transformen en agricultores comprometidos con la buena semilla”.

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HAY QUE DECIRLE BASTA A LA GUERRA



¿Por qué vas a la guerra?. ¿Desde cuándo te gusta matar gente?.
¿Te dieron tan buenas razones que desde hoy te alegra exponerte?.
¿Sientes que tu nuevo rol te tornó poderoso?.
¿Acaso prefieres perecer en un combate al que se opone tu conciencia?.
Cuando entreguen tus restos... ¡Papá y mamá no estarán felices de tu entrega!.
¿Acaso alguien puede reemplazar a un hijo o una hija, por una medalla que no crece, ni se casa, ni da nietos?.
Escuché decir que atrás de cada guerra hay intereses económicos. ¿Será verdad?.
¿Qué valor se le da a tu vida en ese caso?.
Son muchos los que van a la guerra.
Son pocos los que son exceptuados de ir.
Queremos un mundo sin dolor, entonces necesitamos un mundo sin guerra.
Queremos países que convivan en paz, entonces necesitamos países sin guerra.
Queremos que la humanidad resuelva sus conflictos racionalmente, sin incitar al odio y al exterminio; entonces necesitamos tomar la firme resolución de consensuar un verdadero desarme.
Queremos que para siempre la barbarie pase a formar parte del pasado; ha habido millones de muertos por la codicia, por enfrentamientos religiosos, por discriminación racial; entonces debemos aprender a respetar nuestra diversidad, reprimir los instintos sanguinarios y trabajar cada día, cada hora, por un planeta Tierra sin guerras.
En las guerras de siglo XX murieron más de ciento cincuenta millones de seres humanos. Un número enorme.  Imagínate 150.000.000 de tumbas. Sí, ¡Horroroso!.
¿Cuántas guerras pudieron ser evitadas?, Y con ello ¿Cuántas muertes?.
Hagamos el mejor de los esfuerzos para evitar todas las formas de la guerra.
Sé, sabemos, que no es un objetivo sencillo. Por eso, debemos convocarnos unánimemente para comenzar a dar los primeros pasos firmes hacia la paz en el planeta.

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YO TE INVITO


Cuando pienso en cementerios militares,
en los millones de muertos por la guerra,
en las víctimas civiles indefensas,
en sus cuerpos bajo el polvo de la tierra;
en la pobreza y la ruina que provoca
tanta violencia mortal sobre el planeta,
tanto odio incontenible, tanta saña,
tantas guerrillas, atentados y revueltas,
y veo que las fábricas de armas
no se trocaron en hospitales o escuelas,
que aun quedan miles de ojivas nucleares,
ángel de muerte, sobre todas las cabezas;
y siguen los ensayos belicistas
y enfrentamientos en los puestos de frontera;
me pregunto hasta cuándo sigue esto,
y aunque parezca una pregunta sin respuesta,
pueden pasarnos tan sólo dos cosas
y es preciso atender a la advertencia,
porque: o morimos todos sin remedio
o cambiamos el sentido a la existencia.
Yo te invito a cambiar y a sumarnos,
más de seis mil millones da la cuenta;
a unirnos por la paz contra la muerte,
planificando un mundo sin violencia,
todos los días, desde todos los lugares,
sin descansar hasta alcanzar la meta;
siempre tenaces, siempre trabajando,
para la Paz de nuestro Hogar, la Tierra.

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YO HARÉ, TÚ HARÁS, NOSOTROS HAREMOS



-Yo escribiré este artículo. Tú lo leerás. Ambos estaremos momentáneamente unidos por él, pensando y sintiendo las palabras que lo forman-.
Aceptamos sin dificultad el enunciado anterior como si se tratara del más firme axioma.
Sin embargo, dar esto por cierto es basarnos en espuria futurología.
¿Puedo asegurar que no dejaré inconcluso este escrito?.
¿Puedes afirmar que lo leerás pase lo que pase?.
¿Podemos garantizar que lograremos compartirlo?.
No. No podemos.
¿Por qué?. Porque una profunda incertidumbre ante lo que sucederá en el próximo segundo, es la única certeza que tenemos por delante.
-Así que yo también tendré que morir como Enkidu. ¡La desesperación me inunda el corazón!-. Esas son las palabras de Gilgamés quien, ante la muerte de su amigo, toma conciencia de su propio e irremediable futuro.
Sus palabras reflejan lo que con frecuencia observamos en nuestra experiencia infantil.
Camila, mi hija menor, hace un tiempo atrás, solía despertarse temerosa algunas noches pensando que podía morirse. Como el héroe sumerio, ella también tomó conciencia de su mortalidad.
Quizá este abrumador descubrimiento sobrevino, principalmente, a raíz de la pérdida de una de sus abuelas; sin duda la proximidad afectiva fue el desencadenante de su alarma que se venía gestando desde antes por la visión de escenas en televisión o por la escucha de conversaciones de adultos.
Como sea, para todos, hay un punto en nuestra infancia donde nos percatamos que moriremos y... los adultos que nos tutelan también.
Y la angustia se tornaría inmanejable si no pudiéramos abrigarnos bajo las alas de un ser inmortal y omnipotente al que llamamos DIOS.
Poco a poco, vamos incorporándonos a un juego entre la conciencia de finitud y la esperanza de eternidad.
Las más de las veces, y aun cuando nuestro deseo de objetividad en el asunto sea el más fuerte y sincero, todos queremos que sea verdad que la muerte no existe.
No nos afligen del mismo modo la matanza de gallinas o vacas, el envenenamiento de cucarachas u hormigas, ni las flores marchitas o las hojas secas de los árboles. Todas formas de vida que perecen como nosotros. Para ellas no hay eternidad.
¿Para nosotros, sí?.
Una de las plegarias que los egipcios anotaron en el Libro de los Muertos dice: “¡Salve, Osiris, padre mío divino!. Lo mismo que tú, cuya vida es imperecedera, mis miembros conocerán la vida eterna. No me pudriré. No seré comido por los gusanos. No pereceré. No seré pasto de la miseria. Viviré, viviré”.
No está de más recordar que citas similares, más lejanas o cercanas a nosotros, se pueden encontrar en todas las religiones, incluso en las actuales.
Somos los únicos seres de este planeta que reniegan de su destino final. Los únicos que no admiten la definitiva desaparición de su rostro en los espejos.
La pérdida de un ser querido cambia todos nuestros planes, toda nuestra visión del futuro, ahora sin él.
Ante ello, iba a decir que “no es fácil aceptar” que nuestros padres, hijos o cónyuges, por ejemplo, ya no existen, ya no son. Pero la expresión “no es fácil aceptar” es inapropiada. Lo que realmente creo es que es imposible dejar de pensar que están vivos de algún modo. El más racional de los seres, debe admitir esto.
Sus voces resuenan en nuestra mente; su ropa, sus muebles, sus fotos, nos ilusionan haciéndonos pensar que regresarán como lo hace un viajero.
No nos resignamos a aceptar que la muerte sea más poderosa que nosotros.
El sentimiento de la unidad indestructible de la vida es tan fuerte e inconmovible que repugna y niega el hecho de la muerte. En el pensamiento primitivo jamás se considera la muerte como un fenómeno natural que obedece a leyes generales; su acaecimiento no es necesario sino accidental. Depende, siempre, de causas singulares y fortuitas; es obra de hechicería o de magia o de alguna otra influencia personal hostil” (Antropología filosófica - Ernst Cassirer).
Esta ancestral creencia en la invulnerabilidad de la vida es lo que llevó a los hombres primitivos a enterrar a los muertos con sus bienes, a veces con sus familias y esclavos, para que les sirvan en esa “otra vida” a la que iban.
Es el mismo sentimiento que moviliza a personas como el Dr. Raymond Moody a escribir libros como “La vida después de la vida” o al periodista Víctor Sueiro a realizar el ciclo televisivo “Misterios y Milagros”, a partir de su experiencia personal tras haber sido declarado clínicamente muerto.
Y es posible que la vida después de la muerte exista. No es un hecho que yo esté en condiciones de demostrar. De igual modo, también es probable que no la haya. Cualquiera de ambas posibilidades, al menos hasta hoy, no pueden ser probadas de manera irrefutable.
Sí podemos asegurar que la muerte existe. Nada sobre el después.
De todos modos, seguiremos planificando día a día, hora a hora, nuestras acciones. Planearemos las vacaciones venideras, la fecha de nuestro casamiento, la reunión con amigos, el próximo libro por leer.
Nos olvidaremos, naturalmente, que la muerte está delante nuestro, quizá sentada al lado. Que no discrimina entre chicos y grandes, ricos o pobres, sanos o enfermos, negros o blancos, mujeres u hombres, sabios o burros.
Con su actitud imparcial puede que nos esté diciendo que nos dejemos de perder el tiempo en segregaciones, en conflictos, en disputas que ella no hace y que atendamos debidamente a nuestro único propósito: ENALTECER LA VIDA.
Uno de los versos de “La aldea de Kiang”, del poeta Tu Fu, dice: “El sino respetó mi juramento de volver vivo”. También a mí me permitió terminar este escrito. Es mi mayor deseo que te permita a ti leerlo y a ambos sentirnos momentáneamente unidos.

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“EL MENSAJE”.   Autor: Daniel  Adrián  Madeiro   *** Este material puede ser copiado, impreso, difundido  etc. sin cargo, libremente.  El autor no autoriza su uso comercial. --- Copyright © Daniel  Adrián  Madeiro.  Todos los derechos reservados.  

HAY MUCHA CONFUSION EN EL MUNDO. QUE NO TE CONFUNDAN


Cualquiera sea tu edad, te pido que me acompañes a realizar un ejercicio con la imaginación.
Esto nos compete a grandes y a chicos.
Me permito decirte que será maravilloso si lo lees en familia.

Supón que te invitan a una reunión o charla.
Llegas a un lugar que puede ser grande o pequeño, con mucha gente o con poca. No importa.
Al llegar alguno o algunos de los presentes te reciben con un cálido saludo y una sonrisa.
Observas a los que están allí y ves que sus rostros se fijan en ti y adviertes cierta dulzura en su mirada.
Puedes ver en ellos que están felices de que te encuentres allí.
Quizá haya otros junto a ti que por primera vez visitan el lugar.
En pocos minutos se iniciará alguna forma de disertación. Quizá breve, quizá extensa...
Comienzan a hablar hacia todos los presentes en general, o específicamente a ti y a otros como tú, sobre cosas que te resultan gratificantes, simples de entender, alentadoras hacia el futuro y dignas de ser escuchadas por todos.
También pudiera ser en cambio que hablen de una forma especial, a veces un poco incomprensible, misteriosa, como si se tratara de un secreto, confidencialmente, como si fuera una información clasificada para pocos.
Puede que los integrantes habituales de la reunión intervengan en la exposición con alguna pregunta o con alguna respuesta.
Si alguien del lugar se encuentra a tu lado, es probable que cada tanto te aclare, con dos o tres palabras, algo de lo que se está exponiendo si advierte o considera que puedes tener alguna duda. O tal vez tan sólo te hable movido por el entusiasmo del discurso y de tu presencia.
Es importante que te des cuenta que, normalmente, estás en el lugar por tu propia voluntad. Por el fruto de una invitación de un ser querido o conocido, o motivado por un anuncio muy interesante sobre un tema que te atrae, o por la necesidad de escuchar algo que te saque de alguna forma de dolor personal.
Como sea, no estás allí contra tu voluntad.
No es extraño entonces que encuentres atrayente la reunión, la gente y los enunciados expuestos.
Si ello no sucediera, esperarás a que termine o te retirarás pronto, sin más demoras. No te interesó y entonces vuelves a lo tuyo.
Pero si la charla te atrae, si la gente del lugar te resulta particularmente afectuosa, si los enunciados, las propuestas, las ideas que se exponen tienen alguna semejanza con tus actuales puntos de vista, y más aún: si el mensaje escuchado toca tu corazón en un momento muy particular de tu vida (una pérdida, una separación, una enfermedad, un fracaso, etc.), si estás pasando por un momento difícil, entonces es muy posible que vuelvas al lugar, que te vincules con su gente, que sientas que allí encontraste lo que necesitabas.

Seguramente, estarás pensando que sería maravilloso que algo así nos suceda cada vez que necesitamos ayuda, comprensión, guía, amor genuino.
No te diré que sea imposible.

Hay grupos de personas verdaderamente solidarias hacia otras, sin ningún interés económico ni segundas intenciones ocultas. Pongamos por caso: los bomberos voluntarios; los grupos de autoayuda para drogadictos, suicidas, alcohólicos, enfermos terminales; grupos comunales que organizan comedores para niños o grandes indigentes; e importantes comunidades religiosas que brindan su solidaridad no sólo entre ellos mismos sino también hacia otros ajenos a su fe.
Pero debes tener presente que también hay quienes se aprovechan de nuestra necesidad de amor, compañía, identidad, sólo para su propio interés materialista.
Entonces, en este mundo tan necesitado de amor, donde tenemos que estar tanto tiempo separados de nuestros seres queridos, donde la lucha por la subsistencia nos agota, no podemos darnos el lujo de dejar de pensar en hacer lo mejor para nosotros.
¿Y de qué forma podemos hacer lo mejor para nosotros?. Pensando lo que hacemos, lo que hicimos y lo que vamos a hacer.
En medio de tanta confusión que suele invadirnos, no podemos permitirnos estar confundidos.
Tenemos que aprender a reconocer lo verdadero de lo falso.
Hay señales que delatan a los que pretenden defraudarnos y debemos prestarles toda nuestra atención.
Sus características, habitualmente, no se hacen visibles en los primeros contactos; pero a poco de asistir con cierta frecuencia comenzaremos a entrever algunas de las siguientes particularidades:
·         Hay un líder que sustenta una autoridad especial.
·         El líder acostumbra tener la última palabra.
·         Es visto como alguien que está por encima de los miembros de la organización, sin posibilidad de discrepar con sus criterios.
·         Quizá hay una elite de personas en los que se depositan todas las decisiones del grupo.
·         Se pregona que el grupo está por sobre el individuo.
·         Se procura obtener bienes materiales de los miembros del grupo.
·         Se determina qué es una buena compañía y qué una mala, llegando al extremo de pensar que cualquiera que no es del grupo es peligroso.
·         Se determinan las lecturas, los espectáculos, los gustos y las formas de vestimenta y comportamiento general de los integrantes del grupo.
·         Se dictamina que uno de los objetivos principales es buscar nuevos adeptos.
·         Se incita a los miembros a considerar su misión como la más importante, al extremo de representar un elemento vital para la salvación del mundo.
·         Se tiende a separar. Si hace falta se invitará a dejarlo todo para salvarse dentro del grupo, porque la verdad y la salvación están allí.

Hay más cosas posibles.
Imaginemos que nos dan una publicación que utilizan los integrantes del grupo para el estudio de sus ideas o creencias:
·         ¿Están sus párrafos identificados con números o letras que se corresponden con preguntas impresas al pie para que luego de leer, respondamos?.
·         ¿Acaso, sin que estén numerados los párrafos, se advierte que tras cada uno de ellos se inserta una pregunta vinculada a la oración precedente?.
·         ¿Suelen estar diagramados los textos y el cuestionario de tal manera que no haya otra posibilidad que una sola respuesta?. Por ejemplo: “Nuestro Líder, con la claridad de sus palabras y constante ejemplo de vida, nos invita a sumarnos a su misión, y nosotros siempre somos conscientes que esa es nuestra obligación”. Preguntas: “¿Qué caracteriza a nuestro líder?;  ¿Cuál es nuestra obligación frente a las palabras y el ejemplo de nuestro líder?;  ¿De qué debemos ser siempre concientes?”.

Otro elemento a considerar: La organización vende a sus integrantes material bibliográfico (libros, revistas, folletos) a un precio levemente inferior a los del mercado. Sin embargo, dispone de locales propios o cedidos sin cargo (no alquila); tiene subsidios otorgados por el estado o aportes de sus propios miembros para enfrentar gastos de mantenimiento; la mano de obra para la elaboración del material es brindada por algunos adeptos sin cargo, como una contribución voluntaria; la cadena de distribución es gratuita ya que la efectúan los propios seguidores; todo lo que se imprime se vende porque todo lo compran los integrantes que lo revenderán o lo regalarán a personas interesadas que quizá se sumen mañana.
Entonces, hay una ganancia sustancialmente mayor que la que acompaña a una editorial de libros o de revistas que paga alquileres, operarios, mantenimiento, distribuidores, publicidad y no vende todo lo que imprime. ¿Quién rinde cuentas de lo que se hace con lo que puede significar una monumental ganancia?; Si esa ganancia es derivada para ayuda a la comunidad ¿Quién y cómo verifica y da fe de este acto altruista?.

Hay mucha confusión en el mundo. Que no te confundan.
Todos debemos encolumnarnos atrás de la búsqueda de la Verdad no de personas que digan tenerla.
Las ideas están para ser escuchadas o leídas, pero todas deben ser: meditadas, pensadas, razonadas. No podemos dejar librado al azar nuestro destino.
Tenemos todas las neuronas que necesitamos para pensar con seriedad, con responsabilidad, haciéndonos cargo de nuestros pensamientos y resoluciones.
No debemos permitir que se aprovechen de nosotros. Debemos ayudar a que este sea un criterio general.
Por eso, debemos trabajar juntos para favorecer el crecimiento de la Verdad y de la Justicia sobre la base de nuestro abnegado esfuerzo personal y conjunto, respetando la diversidad de ideas, trabajando sobre los acuerdos alcanzados, respetándonos los unos a los otros sinceramente, con actos concretos de entendimiento y de convivencia.
Otro mundo mejor para todos es posible y no depende de unos pocos iluminados o unos genios o un milagro. Un mundo mejor para todos es el fruto del trabajo de todos, interesados siempre en la Verdad y en la Justicia.

Foto tomada y tratada por el autor
“EL MENSAJE”.   Autor: Daniel  Adrián  Madeiro   *** Este material puede ser copiado, impreso, difundido  etc. sin cargo, libremente.  El autor no autoriza su uso comercial. --- Copyright © Daniel  Adrián  Madeiro.  Todos los derechos reservados.